El cine británico clásico es uno de los legados más importantes de la isla de Albión a la humanidad. Entre principios de los años 30 y finales de los 60, bajo los cielos encapotados de Gran Bretaña, se rodaron algunas de las mejores películas de la historia del cine, así como otros muchos títulos entrañables que, sin ser considerados obras maestras, llenaron de encanto las pantallas o los televisores donde se proyectaron. El propósito de este blog cultural es rendir homenaje a ese maravilloso cine rodado en los estudios London Films, British-Lion, Ealing, Pinewood o Elstree, por citar solo algunos de aquellos lugares míticos, y revivir la emoción que nos transmitieron con sus interpretaciones actores y actrices tan extraordinarios como Laurence Olivier, John Mills, Alec Guinness, Peter Sellers, Dirk Bogarde, Margaret Rutherford, Stanley Holloway, Kay Kendall o Kenneth More. Todos ellos, y otros muchos, desfilarán por estas páginas conmemorativas como estrellas invitadas al son de los acordes de Georges Auric, Richard Addinsell o William Walton. La tetera ya está hirviendo. Se van apagando las luces mientras se enciende el proyector de los recuerdos. Es hora de celebrar un breve encuentro con el cine británico de siempre. Celuloide a las 5 en punto. Of course!




jueves, 18 de enero de 2018

The Amazing Quest of Ernest Bliss (La maravillosa aventura de Ernest Bliss, 1936)



This way, please

Hay películas que, más que por sus méritos cinematográficos, se recuerdan por su anécdota esencial, por los valores que sus artífices han querido transmitir al público. La maravillosa aventura de Ernest Bliss es uno de estos casos, que se dan con bastante frecuencia en la historia del cine. La película fue dirigida en 1936 para Empire Films por el anodino Alfred Zeisler, director de origen alemán nacido en Chicago, y toma como base argumental la novela homónima de E. Phillips Oppenheim (1866-1946), novelista británico famoso especialmente por sus obras de intriga, como Nick de Nueva York o La novela de un agente secreto. El personaje protagonista de la historia, que en su versión española fue editada con el título Una apuesta original, no es otro que Ernest Bliss, un joven londinense adinerado (interpretado por un Cary Grant de 32 años) que se decide a consultar a un respetable médico de Harley Street, el doctor Sir James Alroyd, para averiguar si éste es capaz de darle una solución clínica a la abulia que padece. El facultativo, ni corto ni perezoso, le recomienda ponerse a trabajar y dejar de lado la vida de crápula que ha llevado hasta el momento.



Picado por el escepticismo de Alroyd, Ernest apuesta 50.000 libras (justo la cantidad que necesita el buen doctor para poner en marcha un hospital dedicado a los menos favorecidos en la zona del East End) a que es capaz de subsistir durante un año sin necesidad de recurrir a su abultada fortuna y en posesión de tan solo 5 libras. El guion a cargo de John L. Balderston y del propio Oppenheim nos muestra, en poco más de una hora de metraje, los esfuerzos del heredero Bliss por abrirse camino como vendedor de cocinas a domicilio y conductor de taxi en una Inglaterra afectada de lleno por la crisis del 29. Por el camino, nuestro (anti)héroe conocerá a la mujer de su vida, Frances (encarnada por la actriz norteamericana Mary Brian, una cara conocida en el cine mudo), quien trabaja como secretaria para el señor Masters, el fabricante de las cocinas “Alfa” que Ernest trata de comercializar, y a la que se verá obligado a ocultar la verdad sobre los millones que posee.
           

Pero lo que distingue a la película, fuera de sus muy discretos méritos técnicos, es su trama casi propia de un film de Frank Capra. Como si se tratase de una fábula navideña, el personaje protagonista, apellidado Bliss (dicha, en inglés), empieza a recobrar la vitalidad cada vez que “trae la dicha” a sus semejantes. La curación de Ernest pasa por ayudar económicamente a viejos amigos de su anterior etapa como juerguista del West End, encargarse de que no le falta de nada a la anciana propietaria de la pensión donde habitó sin pagar un penique hasta ganar su primer sueldo o convertir al inventor de cocinas que se encontraba al borde de la quiebra en empresario de éxito gracias a la organización de un comedor social. Incluso le sobrará tiempo para desenmascarar al corrupto encargado de un negocio de taxis y vérselas con una banda de malhechores que habían alquilado su casa, aprovechando un momento de debilidad de su fiel mayordomo. Y es que nada parece imposible para el nuevo Ernest Bliss.

Idealismo a las 5 en punto

“He aprendido una lección de algunas de las personas que he encontrado a lo largo de los últimos doce meses. A partir de ahora, intentaré hacer obras meritorias en beneficio de los desheredados de la fortuna”.
Una apuesta original (E. Phillips Oppenheim)